Abajo todos los lobbies
La derecha investigando lobbies es casi equivalente al fujimorismo persiguiendo montesinistas. Para decirlo en otras palabras, con sus torpezas e indefiniciones, Humala ha logrado el milagro de convertirse en el único presidente (o pareja presidencial), que necesitaría mandar a su lobista para convencer a algunos congresistas que aprueben los fondos para un proyecto para remodelación de instalaciones deportivas, favoreciendo una empresa con la que estarían vinculados. Como si no hubieran otras formas de hacerlo.
Pero además Humala va a quedar marcado como el responsable de los fracasos del modelo económico neoliberal que ahora hace agua por todas partes, de la inseguridad de las familias y del nuevo auge de la corrupción. ¿Cómo se puede llegar a este resultado habiendo proclamado durante la campaña electoral que precisamente estos serían los males a combatir desde el gobierno?
La derrota de Ollanta tiene una serie de facetas, pero la principal tiene que ver con el orden moral. A diferencia de García que se pasó con todo a la derecha, a Humala lo han usado pero no le perdonan que los haya desafiado y por eso lo tienen como elemento de doble uso: sirve para mantener el sistema político y económico y para echarle la culpa a la “izquierda” de sus defectos que ya no son los de ellos.
El tema del lobby es por supuesto fenomenal. En el Perú hemos tenido funcionarios del Banco de Crédito, como asesores sin sueldo del MEF en la elaboración de las normas de renegociación de la deuda externa, sacando ventajas para sus empleadores; un ministro de Economía (Boloña) que quiso forzar a medio mundo a afiliarse a las AFP y pagó con plata del Estado una publicidad masiva para este objeto, y que al dejar el cargo se fue de presidente de una de las AFP.
También PPK y Zavala Lombardi (ambos ministros de Economía de Toledo), se convirtieron en freno para lograr la actualización del valor de las llamadas acciones laborales durante la venta de Backus, birlándole más de 500 millones de dólares a los pequeños accionistas, para después convertirse en miembro de directorio y gerente general respectivamente de la referida empresa. Eso para no hablar de las relaciones del gringo con las eléctricas privatizadas y el gobierno de Fujimori, o con las gasíferas en el asunto de Camisea.
Y, por supuesto, ni hablar de la Blume (y sus amigas), lobbiando a tiempo completo desde los años 90, aprovechando sus relaciones con ministros como Camet, PPK y otros con los que trabajaron, y su amistad con Zavala, Carranza, Castilla y Cornejo; su poder de prensa (columnistas de El Comercio y satélites) y amigas de RPP, Canal N, Cuarto Poder etc., e integrantes de directorios y consultoras de incontables empresas.
Con ese lobby no se meten Mulder, Becerril o Galarreta. Más bien lo aplauden porque así es el sistema. Además no da réditos políticos combatirlo, que es lo único que interesa.
15.11.14
