La semana pasada hubo en Lima una marcha de protesta contra la firma del Acuerdo Trans-Pacífico (TPP, en inglés). Como se sabe, después de varios años de negociaciones secretas, los gobiernos de los 12 países de Asia y América acordaron el texto final del TPP (1), que debe ser ratificado por los congresos de los países.
La condición mínima para que pueda implementarse está reglamentado en el Artículo 30.5 del TPP (2), donde se establece que solo entrará en vigencia si cuenta con el acuerdo de los congresos de los países que sumen más del 85% del PBI de los firmantes. Ese 85% no se puede alcanzar si el Congreso de EEUU no aprueba el TPP. Si eso sucede, el TPP está muerto.
La cuestión es que la única chance de que EEUU apruebe el TPP es en el período que va desde las elecciones de mañana martes hasta el 15 de enero, fecha en que el próximo Presidente de EEUU entra en funciones.
¿Por qué? Porque Donald Trump ya dijo, no solo que va a mandar al tacho este TPP sino que va a renegociar todos los TLC firmados por EEUU (lo que incluye el TLC con Perú, en vigencia desde el 2009). De su lado, Hillary Clinton, partidaria del TPP hasta hace un año, ha dicho que no lo va a firmar en su estado actual y buscará se modifique lo que le conviene a EEUU. Clinton cambió de posición cuando su rival Bernie Sanders, que atacaba al TPP, era aclamado y celebrado por la población.
Entonces, ¿se animará el Congreso saliente a aprobar un TPP rechazado por la mayoría de los votos en las elecciones de mañana? Puede ser. Pero es muy, muy difícil. Más cuando el TPP ha sido considerado por Obama como parte importante de su legado, en la medida que, de un lado, pone las reglas del comercio en el siglo XXI y, de otro, reafirma a sus aliados asiáticos, que intenta disputar con China la hegemonía económica, comercial y política en esa región.
Pero los republicanos dicen: “qué legado ni qué legado, no vamos a votar por nada que favorezca a Obama”. Argumentos de este tipo demuestran que la polarización política en EEUU es más fuerte que sus intereses geopolíticos estratégicos (en el supuesto que Obama tuviera razón). En una palabra, la clase gobernante en EEUU ya no puede gobernar como antes.
Entra a la palestra otro actor: el Partenariado Económico Comprehensivo Regional (RCEP, en inglés), que agrupa a casi todos los países asiáticos, incluyendo los ya mencionados más China, India, Corea del Sur, Filipinas, Indonesia y Tailandia, entre los más importantes. Nótese que no hay ningún país americano.
El RCEP es también una iniciativa de integración comercial con una diferencia que consideramos sustancial en relación con el TPP: el RCEP toma en cuenta que los países más pequeños deben recibir un “trato especial y diferenciado” (TED) porque tienen un menor nivel de desarrollo. Este principio del TED (SDT, en inglés) está incorporado desde el inicio del GATT en 1948, que dio origen a la Organización Mundial de Comercio (OMC), en 1995.
Afirman los analistas que, ante la probable muerte del TPP, el RCEP se convierte en el nuevo “pivot” para el Asia. Ya ha habido 15 rondas de negociación del RCEP (la última a fines de octubre en Beijng), a lo que se añade que las negociaciones entre los países más importantes como Japón, China y Corea del Sur (que tampoco está en el TPP) tienen “buen viento”. Este es el tema de la hegemonía en el siglo XXI.
Para los partidarios del TPP, el TED aceptado por el RCEP es una cosa del pasado. Ahora hay que ser “agresivos” y abrir todos los sectores económicos y financieros a la competencia internacional. Esto incluye las patentes del sector farmacéutico, medio ambiente, compras gubernamentales, solución de controversias en tribunales de arbitraje internacional, entre otros. Esa “agresividad” de nuestros negociadores criollos es exactamente lo que necesitan las multinacionales.
La cuestión de fondo acá es que las promesas de “mejora” de la situación de las personas que ofrecían los TLC entre un país con otro país (y ahora el TPP, que es la madre de todos los TLC) no han dado los resultados esperados (“they have not delivered”). Por eso es que la gente en EEUU y Europa pide cambios.
En países más chicos como el Perú, claro que nos conviene el acceso a nuevos mercados para nuestros exportadores no tradicionales. Pero eso no puede venir acompañado del alza de los precios de los medicamentos, de la entrada de transgénicos y los peligros para el acceso a Internet, entre otros. La misma protesta se está dando en Chile y México.
En síntesis, la globalización liderada por las transnacionales ha ido demasiado lejos. Es rechazada por los pueblos, incluidos los de EEUU y Europa porque privilegia los intereses de las grandes empresas. Necesitamos una globalización democrática, donde los intereses de la gente vengan primero. No somos anti Obama, nos oponemos al TPP de la multinacionales. Hay que decirle NO al TPP, que NO debe ser aprobado por ninguno de los congresos de los 12 países, comenzando por Perú, Chile, México, Canadá, Nueva Zelandia y EEUU.