¿Por qué perdió Keiko Fujimori?
POR: ROSA MARIA PALACIOS
Creo que es noble ponerse en los zapatos del otro. Keiko Fujimori tenía todo para ganar la Presidencia del Perú una semana antes de las elecciones. Su campaña era más organizada que la de Kuczynski, su núcleo duro de asesores (Ana Vega, Pier Figari) se mantenía firme. Su planificación de viajes e intervenciones públicas eran correctas. Sus lastres habían sido dejados en el camino. Su pauta publicitaria, intensa. ¿Qué pasó?
Creo que es noble ponerse en los zapatos del otro. Keiko Fujimori tenía todo para ganar la Presidencia del Perú una semana antes de las elecciones. Su campaña era más organizada que la de Kuczynski, su núcleo duro de asesores (Ana Vega, Pier Figari) se mantenía firme. Su planificación de viajes e intervenciones públicas eran correctas. Sus lastres habían sido dejados en el camino. Su pauta publicitaria, intensa. ¿Qué pasó?
Eso debe estar preguntándose ella, con la frustración de estar tan cerca y no llegar, por segunda vez. ¿Qué hizo mal? Su estrategia, desplegada en el 2015 se gestó desde que perdió el 2011. El eje estaba en independizarse del padre, cortar con el fujimorismo de los noventa y presentar una nueva cara. Esta cara debía ser más dulce, mas cálida, limpia, no controversial. Cualquiera que se opusiera a esta línea maestra, que se cumplió disciplinadamente durante cuatro años y meses, debía ser apartado del camino. A veces con suavidad, a veces con rudeza, se cumplió.
Keiko Fujimori construyó su propio aparato partidario y sus propias bases. No viajó a conseguir militantes, viajó por cuatro años para mantenerse vigente y observar líderes locales potables para el Congreso. Personas que no fueran fujimoristas, que fueran muy populares y con un patrimonio propio para solventar sus campañas fueron los reclutados para la lista definitiva que confeccionó con su núcleo principal en enero de este año. La estrategia funciónó bien. De los 73 congresistas – cifra record para el fujimorismo – sólo 11 son militantes. Las actividades pre electorales de Fujimori se acompañaron por grupos juveniles creados para dar justamente una imagen renovada, que cortaba con el pasado y apostaba por la insistente palabra, “futuro”.
En primera vuelta, el plan estratégico funcionó a la perfección. Ninguna controversia, cero confrontación. En gran diferencia con el 2011, ninguna referencia al padre, ni en el programa de gobierno ni en los rostros que la rodeaban. Salvo por su hermano, Luz Salgado y José Chlimper, los lazos con el pasado parecían cerrados. Ni siquera una visita al padre, ni tampoco el cumplimiento de algún pedido público. Nada. Ni una concesión con la lista parlamentaria. Como un guiño a la izquierda llevó a Vladimiro Huaroc como Vice Presidente, aunque fue excluido de la campaña por el JNE por regalar víveres. Ella, se salvó, aunque hizo lo mismo.
La presentación en Harvard, a fines del 2015, fue magistralmente manejada para declarar inaugurada una nueva era de concordia, donde se rompía con el delito y se presentaba a Keiko Fujimori como una heredera política alejada de las mañas del pasado. En resumen, una mujer política mas liberal, mas abierta a la protección de derechos humanos pero que a la vez conserva su extracción populista. Ese fue el paquete que se vendió y no estuvo mal. Podría parecer poco creíble pero al menos las intenciones declaradas eran esas. Y puede decirse que para muchos hubo un momento en que se le concedió el beneficio de la duda.
Tan bien funcionó todo que Keiko Fujimori obtuvo casi el 40% del voto válido y 73 escaños del congreso en la primera vuelta. Un desempeño admirable para un candidatura popular entre los mas pobres del país, teniendo en cuenta la emergencia de Veronika Mendoza como la nueva cara, joven y moderna, de la izquierda.
¿Por qué entonces no pudo conseguir 11% de votos adicionales y ganar la presidencia? ¿Qué pasó para que – una semana antes de las elecciones las encuestadoras mas serias la ponían de 3 a 5 puntos encima de su adversario – todo se desmoronará?
Aquí, algunas líneas que pueden explicar que ha sucedido.
Creo que es noble ponerse en los zapatos del otro. Keiko Fujimori tenía todo para ganar la Presidencia del Perú una semana antes de las elecciones. Su campaña era más organizada que la de Kuczynski, su núcleo duro de asesores (Ana Vega, Pier Figari) se mantenía firme. Su planificación de viajes e intervenciones públicas eran correctas. Sus lastres habían sido dejados en el camino. Su pauta publicitaria, intensa. ¿Qué pasó?
Eso debe estar preguntándose ella, con la frustración de estar tan cerca y no llegar, por segunda vez. ¿Qué hizo mal? Su estrategia, desplegada en el 2015 se gestó desde que perdió el 2011. El eje estaba en independizarse del padre, cortar con el fujimorismo de los noventa y presentar una nueva cara. Esta cara debía ser más dulce, mas cálida, limpia, no controversial. Cualquiera que se opusiera a esta línea maestra, que se cumplió disciplinadamente durante cuatro años y meses, debía ser apartado del camino. A veces con suavidad, a veces con rudeza, se cumplió.
Keiko Fujimori construyó su propio aparato partidario y sus propias bases. No viajó a conseguir militantes, viajó por cuatro años para mantenerse vigente y observar líderes locales potables para el Congreso. Personas que no fueran fujimoristas, que fueran muy populares y con un patrimonio propio para solventar sus campañas fueron los reclutados para la lista definitiva que confeccionó con su núcleo principal en enero de este año. La estrategia funciónó bien. De los 73 congresistas – cifra record para el fujimorismo – sólo 11 son militantes. Las actividades pre electorales de Fujimori se acompañaron por grupos juveniles creados para dar justamente una imagen renovada, que cortaba con el pasado y apostaba por la insistente palabra, “futuro”.
En primera vuelta, el plan estratégico funcionó a la perfección. Ninguna controversia, cero confrontación. En gran diferencia con el 2011, ninguna referencia al padre, ni en el programa de gobierno ni en los rostros que la rodeaban. Salvo por su hermano, Luz Salgado y José Chlimper, los lazos con el pasado parecían cerrados. Ni siquera una visita al padre, ni tampoco el cumplimiento de algún pedido público. Nada. Ni una concesión con la lista parlamentaria. Como un guiño a la izquierda llevó a Vladimiro Huaroc como Vice Presidente, aunque fue excluido de la campaña por el JNE por regalar víveres. Ella, se salvó, aunque hizo lo mismo.
La presentación en Harvard, a fines del 2015, fue magistralmente manejada para declarar inaugurada una nueva era de concordia, donde se rompía con el delito y se presentaba a Keiko Fujimori como una heredera política alejada de las mañas del pasado. En resumen, una mujer política mas liberal, mas abierta a la protección de derechos humanos pero que a la vez conserva su extracción populista. Ese fue el paquete que se vendió y no estuvo mal. Podría parecer poco creíble pero al menos las intenciones declaradas eran esas. Y puede decirse que para muchos hubo un momento en que se le concedió el beneficio de la duda.
Tan bien funcionó todo que Keiko Fujimori obtuvo casi el 40% del voto válido y 73 escaños del congreso en la primera vuelta. Un desempeño admirable para un candidatura popular entre los mas pobres del país, teniendo en cuenta la emergencia de Veronika Mendoza como la nueva cara, joven y moderna, de la izquierda.
¿Por qué entonces no pudo conseguir 11% de votos adicionales y ganar la presidencia? ¿Qué pasó para que – una semana antes de las elecciones las encuestadoras mas serias la ponían de 3 a 5 puntos encima de su adversario – todo se desmoronará?
Aquí, algunas líneas que pueden explicar que ha sucedido.
Asuntos estructurales:
1. Deslindes a medias: Keiko Fujimori jamás reconoció que su padre esta preso por sus delitos. Eso puede haber satisfecho a su voto duro, “albertista”, pero ella subestimó al voto antifujimorista. Por eso, el deslinde con el pasado fue aparente, no del todo real. Esto no hubiera sido un problema – de hecho, no lo fue en primera vuelta – sino se hubiera desencadenado otros hechos que dejaron en claro que el pasado seguía intacto, para ser reivindicado después de la elección. La firma de su compromiso con la democracia, en el primer debate presidencial, no le sumó porque no era sincero o, por lo menos, el antifujimorismo no lo percibió así. Las palabras cerraban puertas, pero abrían otras a la libertad del padre.
2. Falta de claridad: Este ha sido un problema permanente en su discurso. Tomemos un ejemplo. Si bien en Harvard Fujimori aprobó el aborto terapéutico y la Unión Civil, meses después en Lima, ya en segunda vuelta, asistió a la reunión de un grupo evangélico a firmar un compromiso pro familia que decía lo contrario. Lo grave no fue sólo la contradicción, sino el discurso de odio del Pastor Santana, el cual se viralizó a las pocas horas. Era tan grotesco y tan poco cristiano que la misma Fujimori hizo un deslinde posterior. Pero el daño ya estaba hecho. Otro caso parecido es el de Hernando de Soto y un supuesto amable “Sendero Verde”. Estas contradicciones, no la ayudaron, amontonadas una sobre otra, en la semana final.
Los últimos días de campaña:
1. Cambio de imagen: De la dulce y cálida Keiko Fujimori no quedó nada en el primer debate. Se preparó para ir a matar y de hecho mató a un PPK mal preparado para una confrontación inesperada. Ganó el debate pero apareció otra Keiko. Dura. Sarcástica. Con viveza criolla. Y, por encima de todo, mentirosa a primera vista. Era otra. La prepotencia se había apoderado de ella. Esto sucedió apenas a dos semanas de las elecciones. Se salió de su eje. Grave error táctico. Aparentemente le sugirieron que mostrará firmeza para contrarrestar su condición de mujer joven y sin experiencia. No funciono así.
2. Malas juntas: El tóxico caso de Joaquín Ramírez en esta campaña tiene dos fases. En la primera, la negación de todo vínculo con una investigación de la DEA, consumió absurdamente todas las energías de la candidata casi a fines de la campaña. A diferencia de otros casos – entre ellos, el de su propio díscolo hermano – no hubo deslinde inmediato. Por el contrario, la defensa de Ramírez duró días. Esto, como mínimo, arroja sospechas. La segunda fase, es de responsabilidad del candidato a la Vice Presidencia, José Chlimper, quién – según testimonios de los periodistas del cancelado programa “Las cosas como son”, espacio alquilado por la Universidad San Martín en Panamericana TV – fue el proveedor de un audio manipulado groseramente para perjudicar al testigo de la investigación de la DEA contra Ramírez. El caso ocupo espacios importantes en la prensa y trajo al centro de la campaña viejos temores y el recuerdo de las prácticas mañosas de Montesinos.
3. La suma de todos los miedos: Narcotráfico, trampa, autoritarismo. 11 congresistas investigados por lavado de activos, su Secretario General incurso en investigaciones dentro y fuera del país, el reparto clientelista de “tapers” con dinero, su candidato a Vice Presidente haciendo trampa y ella mostrando una inusual dureza y un maltrato a los medios de comunicación que no aceptaban sus condiciones. ¿Qué podía esperarse?. Estos hechos y actitudes finales, montados sobre los problemas estructurales de su discurso, destruyeron la posibilidad de Keiko Fujimori de ser Presidenta. Los indecisos se volcaron sobre Kucsynski, así como un sector de la izquierda que pensaba votar blanco o nulo, para impedir su triunfo por apenas unos pocos miles de votos. Fujimori creía que con las promesas clientelistas tenía asegurado todo el voto rural. Esto resultó una ilusión. El voto rural se inclinó ante los llamados de Verónika Mendoza, quién con sus mensajes radiales en quechua levantó a zonas que jamás hubieran votado por PPK. Fujimori creyó, como repiten todos los “analistas” que “no hay capacidad de endose”. En eso, también erró. En resumen, se equivocó tácticamente al no responder a la dicotomía democracia/dictadura – que recién Kucsynski plantea en el último debate como eje de su discurso – y por ello, perdió.
¿Qué futuro político le depara esta derrota a Keiko Fujimori? ¿Habrá un ajuste de cuentas entre la candidata y los desplazados “albertistas”? A esta hora no hay explicación sobre la ausencia de su castigado hermano Kenyi a votar. ¿Liderará él un nuevo fujimorismo? Eso lo veremos en los próximos días. Luisa María Cuculiza adelantó que ella fue marginada de la lista parlamentaria por Joaquín Ramírez, rompiendo el silencio que les fuera impuesto a los desplazados. ¿Veremos a otros hablar? Eso, sin duda.