24 Sep 2017 | 6:00 h
“Vamos a pasar la página” es una frase que reitera, en toda entrevista y en más de una oportunidad en cada una de ellas, Mercedes Aráoz, Presidenta del Consejo de Ministros. Hay dos posibilidades. La primera, que sea una muletilla, un mecanismo inconsciente de defensa para no enfrentar al adversario y retirarse antes de un nuevo ataque. La segunda, es que sea la nueva estrategia de este gobierno. Si lo primero es malo, lo segundo, es peor.
“Pasar la página” es, en nuestra habla común, el olvido de lo sucedido. En el caso de Aráoz es un olvido instantáneo. No quiere recordar hoy, lo que pasó ayer. No estamos hablando de una memoria reflexiva, depurada por un periodo de madurez que lleva al perdón unilateral del daño sufrido o, al menos, a la resignación que se concede al adversario con un “olvido” irreal, pero pragmático. Nada de eso. Esto es un reconocimiento emocional de la incapacidad de lidiar con una situación de confrontación, aun cuando el partido se esté ganando. Por ello, es una mala reacción. Denota debilidad y deseo de escapar de una realidad que nos supera.
Pero, si “pasar la página” es la estrategia política que el nuevo gabinete propone al país, estamos peor. No se trata aquí de un mecanismo de supervivencia personal. Esto es un disparate por donde se le mire. Es que como si la selección peruana de fútbol, en su penúltimo partido, le empata a Argentina y luego decidiera “pasar la página” y no jugar contra Colombia, eliminando su posibilidad de ir al Mundial de Fútbol. El Ejecutivo le ha ganado la iniciativa al Congreso y en su primera oportunidad real de triunfo ¿ya no quiere jugar?
El Ejecutivo ha sido zarandeado, insultado y maltratado de todas las formas posibles desde que se instaló el 28 de julio del 2016. ¿Tuvo éxito Zavala con su política concesiva hasta en la oferta del indulto? No. Le fue pésimo. ¿Por qué repetir entonces lo que salió mal? En los cinco minutos finales de su mandato, en los que al fin enfrentó al Congreso, Zavala perdió la confianza –tremendo error estratégico del fujimorismo– pero ganó el control sobre el adversario. ¿Qué páginas vas a voltear en tu hora de triunfo? ¿Puede acaso el fujimorismo negarle la confianza al gabinete Aráoz? No puede hacerlo. Es hora, pues, de trazar el camino en un sentido más positivo no solo para el Ejecutivo sino, sobre todo, para el país. Hora de aprovechar la tremenda ventaja conseguida. Sin embargo, no parece ser ese el tenor del nuevo gabinete, que, por las declaraciones de Aráoz, padece una obsecuencia con el fujimorismo –y con el aprismo– peor que la de su antecesor.
La gran ventaja de Mercedes Aráoz es que Keiko Fujimori parece, en este momento, tener menos sentido estratégico que Kuczynski. Le regaló en control del Congreso al Ejecutivo, ha convertido a su hermano menor en un héroe y está a punto de cometer el grave error de expulsarlo de su propio partido. Lo único que le falta para redondear la faena, es salir a marchar con los jóvenes de “No A Keiko”, oponiéndose al indulto de su padre o fundar un grupo juvenil llamado “No a Alberto”. Desaparecida de los medios, sus tuits y videos son lejanos y denotan distancia y temor, mientras que la calidez y la multiplicación mediática de su hermano le va sacando cuerpos de ventaja.
El único que tiene las cosas claras es Kenji Fujimori. Personalmente, no comparto su objetivo, pero es claro que no tiene dudas sobre este: “sacar a su padre de la cárcel, por todos los medios posibles”. Frente a esta meta transparente, tanto Kuczynski como Keiko Fujimori son oscuridad pura. De un lado, el Presidente no tiene ninguna razón –no hay siquiera un pedido formal– para conceder un indulto humanitario, que puede ser una farsa médica, sometiéndolo a la ira de Keiko Fujimori, para ejecutarlo con una vacancia rápida, antes que la excarcelación de su padre cambie el escenario político contra ella. Pero, de otro lado, Keiko Fujimori no puede convertirse frente a su elector en “la hija mala” que quiere mantener al padre preso hasta que ella llegue al poder y pueda controlar las condiciones de una libertad que no compita con ella.
Por el momento, Keiko Fujimori declara que lucha por la libertad de su padre (un forzado hábeas corpus de consecuencias previsiblemente negativas) con gestos vacíos. Por su parte, el Presidente y su Presidenta del Consejo de Ministros dicen vaguedades que dan a entender lo que Kenji Fujimori afirma: el indulto saldrá pronto.
¿Cuál es la estrategia de gobierno y oposición? Nadie, ni ellos mismos, saben con certeza cuáles son sus objetivos. En ese páramo de definiciones, es muy difícil trazar una estrategia. Vamos pues, de ninguna parte a ninguna parte. Forma segura de no llegar a ningún lugar.