Keiko Fujimori, la candidata de Fuerza Popular a la presidencia de la República, es una señora distraída. No sabía que bajo el gobierno de su padre, en los días en que ella era primera dama de la nación, se efectuaron, por política de Estado, como parte de un programa de control de la natalidad, más de 272 mil esterilizaciones forzadas.
Fue en aplicación de un programa racista, inspirado por Washington, que por eso se ensañó con mujeres indígenas del área quechua. El congresista Alejandro Aguinaga, que era ministro de Salud de Fujimori, podrá refrescarle la memoria a la candidata. Sabe él que las órdenes fueron enviadas desde Lima, y que en muchos casos se fijaban cuotas de esterilización a ser cumplidas por médicos de provincias.
La señora Fujimori, que es mujer, es política profesional y aspira al primer puesto del Estado, sería una irresponsable si no supiera que sobre el caso de las esterilizaciones forzadas ha habido 2,074 denuncias. No puede ignorar tampoco que 28 mujeres murieron a causa de esa política, que su padre fomentó y ordenó.
Se necesita pellejo de dinosaurio para mentir, como lo acaba de hacer en Huancavelica. “Queremos saber la verdad”, expresó la hija del dictador ladrón y genocida: “Como mujer me solidarizo con algunas de las personas, si es que hubieran sido operadas sin su consentimiento.”
O sea que la doña era primera dama, pero no sabía nada. ¿Alguien le cree?
Ese crimen de lesa humanidad es, sin embargo, internacionalmente conocido. Marina Navarro, directora de Amnistía Internacional en el Perú, declaró el 23 de octubre del 2015 que era necesario apurar el registro de víctimas. “El presidente Ollanta Humala”, expuso, “aseguró en el año 2012 que las esterilizaciones forzadas son una de las formas más salvajes de violentar a una mujer.” Entonces, ¿por qué no se completa el registro, que puede servir para castigar a los culpables y para indemnizar a las víctimas.
Ericka Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional, señaló hace meses que el caso del Perú era el más grave, aunque anotó que en países como México y Guatemala se han registrado abusos semejantes, pero no tan masivos. Perú, Guatemala, México. Atención. Son países con fuerte población indígena. No es casual que sean elegidos para el control de la natalidad por los padres del darwinismo social.
Sería bueno que Keiko Fujimori converse con su padre respecto a ese delito y que cuando le pregunten sobre el tema no se finja desinformada ni eche la culpa a unos médicos, como lo hizo, poco ha, en una universidad de los Estados Unidos.