Una vez detectados los espías que vendían información a Chile por contrainteligencia de la Marina de Guerra, se armó una estrategia para identificar si es que habían más traidores dentro de la armada y engañar al agresor con información falsa que se les iba a dar.
A los ‘espías’ se les dio intencionalmente espacio para manejar información, y las que eran sensibles a la seguridad se las cambió por otras. De esta forma se neutralizó la fuga de información a Chile y posibilitó identificar a todos los espías y a quienes los corrompían, entre los que estarían un capitán de corbeta y un suboficial de la Armada de Chile.
Los elementos probatorios que manejaba el fiscal militar, capitán de corbeta Máximo Lupérdiga Mendoza, eran tan contundentes, que cuando terminó de interrogar al agente de la Dirección de Inteligencia de la Marina (DIM) técnico de tercera Alfredo Domínguez Raffo, ordenó simplemente que se le pusiera tras las rejas en la Base Naval del Callao desde octubre pasado.
El tribunal militar policial amplió a un año su detención preliminar. Él viajó, entre julio del 2011 y junio del 2012, hasta en cuatro oportunidades a Brasil.
No solo se les había seguido en distintos momentos a Johnny Richard Pilco Borja y Alfredo Marino Domínguez Raffo, fuentes de inteligencia indican que se les dejó operar en determinados espacios donde no puedan manejar información sensible, pero si acopiar la errada que se les suministraba. Los habían“sembrado” con datos falsos, como se dice en el argot de inteligencia.
Por ejemplo, Pilco Borja habría tenido acceso al nuevo programa de comunicaciones entre las fragatas. Dicho software no fue el estratégico, se le proporcionó uno que nada tiene que ver con los originales.
Sin embargo, parte de esa información fue la carnada para hacerle seguimientos, por ejemplo, en los viajes a Brasil, lo que permitió acopiar fotografías, videos, registros de hoteles, entre otras pruebas.
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